martes, 16 de agosto de 2011

Conoceme en la cafetería



Como el changuito ajeno en el supermercado, delata la vida que lleva esa persona (o al menos dice mucho) en las cafeterías pasa lo mismo. Estos cálidos lugares de exquisitos aromas fueron testigos de diversos tipos de conversaciones, escrituras y discusiones. Con amigos, con amores fallidos sin dejar afuera a los encuentros clandestinos. ¡Si esas paredes hablaran!
Aun que estas historias pueden estar ocurriendo ahora mismo en diferentes lugares, pero con planteos similares, no todas las cafeterías/confiterías son iguales. No me refiero a la diferencia de precios, la calidad de la comida y bebida o la ambientación, me refiero al target. No comprendo cuál es el fin de poner en la carta, descripciones que uno tiene que deducir cuál será el plato. Entré a uno con ganas de comer un tostado, me dijeron que tenían “jamón cocido, queso tybo con sierras en pan integral con semillas de girasol y amapola”. Yo simplemente quería un tostado común y corriente. Menos mal que la camarera me propuso como segunda opción un “Kate: finas tapas de maicena rellenas con dulce de leche”. Al final terminé pidiendo cualquier cosa y pagando más de lo que una merienda se merece.
Pero no solamente pasan estas cosas dentro de un coffee shop (como lo llaman ahora para que sea más cool, más chic) también a veces hay que soportar gente desubicada o egocéntrica que habla casi gritando. ¡No tengo ganas de saber qué carajo hiciste el fin de semana! pero inevitablemente me termino enterando y parece que me importara. Es ahí, justo en ese instante cuando me convierto internamente en una cavernicola invadida por la euforia. Esas ganas furiosas que nacen incontrolables. Las mismas que me hacen no tolerar ni una palabrita más de un rugbier mal hablado y sus dos huecas amiguitas. Pero lo incomodo no es no poder tomar algo tranquila, lo incomodo es ver como mientras te miran cuchichean, haciendo obvia la critica hacia mí. Ok, me hago cargo de que los he mirado varias veces pero ¿qué se supone que debo hacer ahora? debería dejar a un lado mi café, que se enfríe un poco quizás, y dirigirme a su mesa para pedirles respeto con este volcán interno a punto de erupcionar o quedarme en el molde y desear que se vayan pronto. No voy a llamar a la camarera para pedirle que les diga que cierren la boca si no pueden hablar bajo, no es mi estilo la diplomacia.
Después de todo esto entre estas cuatro paredes solo me queda la reflexión: ¿porqué la camarera no me mira cuando le estoy haciendo el pedido?, ¿porqué la cajera está tanto tiempo mirando el monitor de la pc y no se percata que le estoy pidiendo la cuenta? Si tuviera las respuestas tendría la razón que el cliente siempre tiene, pero ya no creo que eso corra como primer regla, ahora te adaptas o te vas.

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