Para cuando me percaté ya tenía toda la bota dentro del ínfimo pantano de la Avenida Cabildo, y lo sentí solamente porque una parte de mi cuerpo estaba mojándose de a poco. Lo que hace agravar mi estupidez.
Ahí estaba todo, siendo consecuencia de la distracción constante que me caracteriza. Ahí estábamos todos: el zapato empapado, yo y la dicha entrevista.
No era una recomendable solución optar por la incertidumbre ni la desesperación, pero también estuvieron ahí. Aun que supe frenarlas, no era momento para lamentos. Tenía que localizarme en encontrar una alternativa.
De pronto una alevosa carcajada estalló de mí. No podía contenerme, e irónicamente no comprendía porque estaba riéndome así. De a poco a mi cabeza, llegaron imágenes difusas que lentamente se convirtieron en una especie de álbum fotográfico. Una proyección secuencial de los momentos anecdóticos de mis clásicas caídas. Como si fuera un documental del canal E! no todas eran de mi infancia, aun que la mayoría sí. Fue por eso que reí tanto.
La gente común y corriente, cuando ve una situación así (a menos que tenga en la mano un celular que justifique socialmente mi risa) piensa que estoy loca. Eso no importa porque en este caso, para mi solo interesa la primera impresión que yo le cause a la flaca de recursos humanos.
Entonces luego del descargo bien merecido, procedí valientemente a la oficina. Intentando silenciar el sonido del agua chocando y crujiendo contra la planta de mi pie izquierdo, y con una sonrisa bien grande.
Para eso están los momentos así. Levantarse, poner la mejor cara y acordarse que siempre hay que seguir adelante con la mejor onda.
ResponderEliminary cómo te fue en la entrevista?
Y?! tenes o tenes trabajo?!
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